domingo, noviembre 30, 2014

La crítica intelectual y la libertad: reflexiones sobre dos libros de Malva Flores (Primera parte)

POR MARIO ROSALDO


Podría parecer tendencioso o arbitrario que, en nuestras consideraciones sobre El ocaso de los poetas intelectuales y la «generación del desencanto»[1] y Viaje de Vuelta/Estampas de una revista[2] de Malva Flores, acabáramos resumiendo los planteamientos de ambos trabajos con un título o rótulo que nos remite inmediatamente a Schelling y Husserl, representantes —involuntario el primero y voluntario el segundo— del idealismo objetivo, quienes en lo fundamental aspiraron a sentar las bases de un campo de estudio por completo independiente de las ciencias naturales, del vivir y el pensar empíricos y del mundo físico, centrado en la conciencia absoluta[3], a la cual sólo se podía llegar a través de la más plena o absoluta pureza de una intuición —de un acto libérrimo— o de una evidencia intelectual, esto es, a través de la aniquilación metodológica o real de ese mundo físico, pues, si bien Octavio Paz y Gabriel Zaid, dos de los poetas y ensayistas que Flores pone como ejemplos del crítico independiente, inician su obra aludiendo algunas veces a filósofos del idealismo alemán, terminan debatiendo públicamente centrados al menos en parte en la realidad social, en la vida práctica y en el pensamiento empírico. Sin embargo, tenemos una justificación lógica, que es la que queremos exponer a continuación.

Los dos libros de Flores no sólo nos presentan la evidencia de que la crítica independiente ha dejado de ser un mero ideal o un mero proyecto porque en la segunda mitad del siglo XX se ha convertido, justamente gracias al esfuerzo de poetas y ensayistas como Paz y Zaid, en un itinerario que todo aquel que quisiera expresarse con absoluta libertad o independencia podría tener en cuenta o podría de plano seguir, sino también —y de manera sustancial—, la particular percepción de las cosas en la que se apoya su autora y el método que utiliza para establecer la evidencia que deberá acabar con las dudas y los malentendidos. En otras palabras, junto al ejemplo de los críticos independientes precedentes, los dos libros mencionados nos revelan el propio ejemplo de Flores, aquello que constituye su personal concepción de los límites y alcances de la crítica. Sin duda, habría sido una flagrante contradicción para Flores hablar de crítica independiente y caer en la simple imitación de lo que otros han hecho. Por eso, ella busca su propio camino a la crítica independiente, y lo hace apropiándose del modelo del idealismo objetivo. Un efecto de esta apropiación es su empleo de términos cuyos sentidos parece dar por sentados. Flores no se molesta en discutir las expresiones como «vida pública» o «debate público». Así que es hasta que se reconoce el carácter idealista-objetivo de su percepción de las cosas que los sentidos específicos y generales de las expresiones se comprenden. Expliquemos primero este carácter y luego los sentidos de «debate público».

En su modo de entender las cosas y en su método, Flores permanece centrada en el campo de la poesía, sin dejar de reconocer la necesidad de involucrarse en los temas del debate público. Su idea es que el poeta ha de salir de sí mismo, de su ensimismamiento o marasmo, para participar de lleno en la vida pública, pero siguiendo el camino de cuestionamiento e independencia que las generaciones precedentes han construido. Según el principio que deducimos de su propio método de investigación, nada ha de desbordarse ni a las ciencias sociales, ni a las ciencias políticas. Los aspectos históricos, económicos o políticos aparecerán solamente bajo sus formas intelectuales o, lo que es lo mismo, desposeídos en lo posible de todo su partidismo original. El mismo principio explica que la independencia del crítico la da precisamente esa permanencia en el oficio, en la esfera de la poesía, en la plena intelectualidad o abstracción, ya que, a salvo en este centro, aquél puede extender su mirada hasta el agitado mundo real, hasta la fatigosa vida práctica, y volver al punto de partida siempre ileso y puro. El idealismo es manifiesto. Y se parece mucho al idealismo objetivo de Schelling y Husserl. Aunque, en efecto, no parece ser un idealismo que concuerde del todo con el de Paz y Zaid, quienes por medio de la crítica independiente intentaron incidir tanto en la poesía como en la realidad, o por lo menos en ese lector desinteresado que, según nos refiere Flores en el segundo libro, aquéllos buscaban con sus escritos.   Ir a la Segunda parte



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NOTAS:


[1] Flores, Malva; op. cit.; Colección Biblioteca; Dirección General Editorial de la Universidad Veracruzana; Xalapa, 2010.

[2] ____________; op. cit.; Colección Vida y pensamiento de México; Fondo de Cultura Económica; México, 2011.

[3] Cabe hacer una diferencia entre Schelling y Husserl; mientras aquél identifica la conciencia absoluta con Dios, éste rechaza tal identificación, pero Husserl no deja de concebir la conciencia absoluta como un eterno o infinito fluir que no se interrumpe ni cuando su correlato, el mundo real, ha sido aniquilado.

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